miércoles, diciembre 27, 2006

Abismo



Estaba sentado, cabizbajo, sin poderse mover en mitad de la calle. Reponiendo fuerzas. Sus oídos estaban cubiertos por las manos, a modo de recogimiento. Era un lugar transitado y él no quería reparar en nadie, pero la curiosidad le hizo abrir los ojos. Veía sólo gente. Gente, más gente, gente de todas clases, pero gente. No veía ninguna persona. Y decidió destapar sus oídos, con indiferencia, había pasado tanto tiempo sordo que aún no podía apreciar el sonido de la vida. Poco a poco fue levantándose, con serenidad... Empezó a andar, en contra de la corriente. Los demás se chocaban con él, le empujaban, le pisaban... Volvió a levantarse, aún sereno, y siguió andando. En contra. La gente seguía su paso y él dejó de permitir que entorpecieran el suyo. Anduvo y anduvo, y finalmente corrió. Corrió en contra de todo, pero a favor de sí mismo. Sentía el control de su vida, se sentía vivo, aunque las lágrimas empezasen a salir del impacto con el viento. No podía parar, ni quería, sabía que había seguir hacia delante, aunque ese "delante" no fuese el del resto. Tenía que seguir corriendo, atravesando todo. Siempre con su paso firme y fuerte. Porque quería sentirse vivo. Quería ser él, y sabía donde buscarse. Dejó de oír y ver a la gente, y siguió, las piernas dolían pero no podía cesar su camino. Todo el cuerpo dolía. Pero sabía que iba a obtener su recompensa. Siguió. Se aisló, y frenó en seco. Estaba frente al abismo. Un abismo donde siempre había caído, que siempre le había asustado. Pero esta vez no. Sonrió, y se dejó caer... Y no cayó. Descubrió lo que había más allá del abismo.

lunes, diciembre 25, 2006

Desequilibrio


Las lágrimas caen, poco a poco, a modo de tortura china, volviéndome loca. Es un líquido caliente que trata de erosionar mi piel, dejando una estela de frío y escozor a su paso. El vómito de todos mis sentimientos a la altura de la garganta, ni sale, ni baja. Simplemente se queda ahí. Demasiada empatía para un corazón tan pequeño. Demasiada impotencia. Una mirada estoica, posiblemente vacía, que sobrelleva los golpes lijándolos silenciosamente. Imperturbabilidad. Indiferencia. O nada. Cuesta asumir una pérdida, aún más dos. Pero una pequeña voz de mi conciencia me dice que me lo merezco... Sufrir. Sufrir por el dolor ajeno. Condenada a ver el fruto de mi demonio. El ángel caído de mi mente que ronda por los mundos de otras personas, dejando huella. No quiero hablar más de la cuenta. No contigo, lector, que no te lo mereces. Que no mereces nada de mí. Oyes y juzgas y sigues sin saber. No eres consciente, de nada, y no puedes entenderlo. JAMÁS... Y mejor, este juego no va contigo. Nunca lo fue. Ni lo será. Nunca comprenderás lo que siento, porque te viene grande. No es ni por asomo algo tan vulgar como eso que tú llamas "amor". Es el desequilibrio.


Yo caigo, y me levanto... Por mí, y también por él. Porque puedo, y él no. Porque sé que no le gustaría que no lo hiciese. Porque tengo aún la estúpida esperanza de contagiarle mi fuerza.


Él se escapa, se evapora. Se congela. Y tú no lo ves.


Siempre conmigo, en mi corazón, en lo más profundo.


No puedo decir adiós.


No a él.

martes, diciembre 19, 2006

Ambigüedad


Sé que buscas tu camino. Sé que buscas un halo de esperanza. Lo sé, porque te siento. Quieres encontrarte y ser feliz, y voy a ayudarte. Sí. Desde la lejanía, como debe hacerse, como una proyección etérea de tu mente. Pero por favor, no tengas en cuenta mi presencia. Eres fuerte, lo eres. Ahora tienes que créertelo. Alguien dijo que la valentía no es la ausencia de miedo, sino considerar que hay cosas más importantes que el miedo, y yo creo que es cierto. Sé valiente, y afronta. Las hostias te dan en la cara, pero llegará un momento en que aprenderás a esquivarlas.

Aconsejo precuación. Puedes convertirte en un ser inerte. Calmar tu espíritu con el sabor agridulce de la indiferencia no tiene por qué ser el mejor camino. Aunque, no hay camino correcto. Tal vez ni siquiera hay camino, sólo la inmensidad. Un lugar blanco, todo blanco, puro y enorme. El más mínimo movimiento puede desorientarte. Tal vez no.

Lucha, siempre lucha. No por nadie, sólo por ti. Cuando lo consigas, podrás luchar por lo demás. Descúbrete, conócete, y jamás te avergüences. Recuerda, no eres malo. Simplemente alguien te hizo pensarlo desde niño, y es hora de que asumas tú las riendas. Sé tu propio áuriga. Vive. Y aprenderás a vivir en un mundo sin respuestas.


Pero sobretodo, no hagas caso de lo que diga. O sí...

domingo, diciembre 17, 2006

Te toca.


Te toca. Mueve peóN, blancas. TurnO de las negras. Se conocen, por azar, conecTan. Otro pEón blanco. Se analizan, se Observan, con compLicidad. Caballo negro. Empieza fuerte. Hay algo que les hace especiales, que hace especial eso que tienen los dos brillando en las manos. Una Vida paralela por explorar. Caballo blanco. Cuesta, todo cuesta y es cuesta arrIba. Hay un niño que llora, una niña no tan fuerte que trata de tirar De él, y el Abismo. Él se cae, ella no puede levantaRle. -"No podrá si no lo hacE solo"- Piensa. Alfil negro, ataque. Todo se distorsiona, Dificultad para ver. Para seguir. Dolor, angustia E incertidumbre. HorrIbles males. Caballo blanco, contra-ataque. Hay esfuerzos que tienen su recompensa. Pero no todos... Dama negra. Se ha perdido una ficha, lo siento. Un daño irreparable. De nueVo ataque. Y retroceso. Avanza peón blanco. A veces, es mejor Ir poco a poco. Peón negro. Los Dos tienen que poner de su parte, su pequeño granito. Caos. Más caos. CAOS.


Jaque mate. NO importa de quién. Eso no importa.



Buen juego, compañero. Siempre estaré dispuesta a reiniciar la partida.


Lágrimas mezcladas con sonrisas esperanzadas. Suerte en todos tus movimientos.


No te pierdas. Encuéntrate a ti mismo.


Alegría.

jueves, noviembre 30, 2006

Principio.



Incapacidad de articular palabra. Sólo miradas. La mirada del mundo contra ti. Porque así lo has querido. Y porque sabes que así es mejor. Estás solo, y no te importa. Crees que eres realmente autosuficiente y podrás afrontarlo. Pero sabes que no es verdad. Tu mente te da miedo, o tú le das miedo a ella. ¿Quién sabe? Llorar no sirve de nada, pero lo sigues haciendo, ¿por qué? Donde sea. Conoces tu propio destino. Coges el coche de madrugada, para despejarte, y piensas, mientras vas por la autopista, lo fácil que sería acabar con un volantazo. Pero acojona, por si sobrevives. Notas como la sangre se te hiela, comprendes tu indeferencia, y no atinas a saber si te gusta. Eres parte de tu propia frialdad. Pero ya se sabe, el hielo a veces quema. Cuesta comprenderse a uno mismo, lo sé. Necesitas la provocación de los demás para conocer tus limitaciones, que son escasas, o eso crees tú. Pero te asusta provocarte a ti mismo, por si fallas. Sabes que no lo soportarás. Y no, no hablo contigo. Tú eres el mero espectador de una vida que intentas comprender, porque ansías verte reflejado y reconocer en ello tu cordura. Lo siento, no vas por buen camino. No hay buen camino. Hay una vida más angustiosa que la que tienes: la que podrías haber vivido. Lo que podrías haber hecho y no te atreviste. Lo que te dio miedo... La incertidumbre es mucho peor que el arrepentimiento. El remordimiento de conciencia no sirve para nada. Ahora créetelo. Creete todo lo que tu mente te diga que creas, afirma y asume cada concepto. Crea tus principios.

Pero recuerda: Tal vez tu mayor principio pueda ser, precisamente, la falta de ellos. Porque todo principio tiene un final. Y algunos queremos ser enternos.

martes, octubre 17, 2006

Shock



Amo a un fantasma. Amo a un recuerdo. Amo, porque olvidarlo es aún más doloroso que amar. El miedo me consume por el simple hecho de escribir esto. Amo a un ser etéreo, inexistente, muerto. La propia palabra me tensa la piel. Muerto. Muerto, como nuestro amor. Es la lucha de mi mundo con el suyo y el eterno sollozo de quien nunca se decide a echarse a llorar. Lágrimas de desesperación absoluta que hacen que aprietes las mandíbulas, que agarrotes tus manos, que cierres los ojos con tanta fuerza que duela. ¿Duele? Te lo mereces. Ahora puedes autoflagelarte por todos tus errores, porque ha muerto. La pérdida de un ser querido es posiblemente una de las experiencias más traumáticas de la vida. El cuerpo se te congela, entras en estado de shock. Quieres negar la realidad, salir de ahí, y mandar al puto psicólogo a la mierda por su jodida terapia de choque. Porque vives en el recuerdo. Y te está matando.

Quieres añadir la última cicatriz a tu vida. La única que perdurará en tu cuerpo y no en tu espíritu. Una cicatriz visible (o no) que nunca tendrás que sanar, porque después, no habrá nada. Desearías soñar. Dormir y soñar. Soñar para poder completar tu vida, aunque sea en una mentira. Porque no puedes afrontar la pérdida. Es un grito tan silencioso que aterra, un llanto tan imperceptible que asusta. No asumes el momento, ni la situación. ¿Cómo vas a hacerlo? No puedes. Mejor el recuerdo. No quieres siquiera intentarlo, porque sabes que eso te matará, como a él. Y alguien tiene que ser fuerte. Pero es tan difícil cuando arrancan una parte de ti...

Lamería su sangre, cerraría sus heridas con mis manos, mataría y daría mi vida, si con ello renaciese. Sacrificaría cada pensamiento, cada sentimiento, cada principio, es pos de su felicidad. ¿Te castañea la mandíbula? Te jodes. "Ahora aguanta y sé fuerte". Y lo haré. Aguantaré porque en un momento impreciso de mi vida, e inubicable, se lo prometí. Y no importa qué valor tenga esa palabra, porque yo le doy un valor muy superior a la vulgaridad de la promesa. Pero ha muerto. Y yo lo estoy negando. Lo niego porque sé que un resquicio de su alma sigue viva. Por muy pequeño que sea. Y eso me hace llorar. Incapaz de asimilar algo tan horrible.

El corazón se me ha hecho microscópico, y el shock aún fluye por todas las conexiones de mi cuerpo. Me aterra abrirle al mundo mis sentimientos, no los merecéis. Pero es por él. Y él sí lo merece. Por cada momento de felicidad que me dio, por cada abrazo que marcó en mi espalda. Por cada palabra de aliento, por cada lágrima, por cada sonrisa. Lo merece por todo, y por más.

Te odio vida. Te odio. Él se ha ido, y tú lo único que me brindas son noches iguales, pensativa, donde un ente invisible trae su recuerdo y me encorvas la espalda, tensas mi cuello y dificultas mi respiración. Para morir un instante, con él. "O los dos o ninguno". Y viendo la situación, lo único que puedes hacer es llorar. LLORAR. Algo que todos sabemos que no sirve de nada.

No volverá. Persigo un recuerdo. Pero mi alma me dice que luche, que luche con todas mis fuerzas por lo que no será. Porque él vuelva. Porque vuelva aquella persona que simplemente escuchándome sabía calmar mi angustia. Porque vuelva la persona que más especial me ha hecho sentir jamás. La persona, la gran persona, con la que he vivido tantas cosas y a la vez tan pocas... Maldita vida, maldita tú, maldita la distancia que has impuesto desde siempre.

Culpabilidad. Esa palabra navega por mi mente como un rótulo fosforescente, fustigándome. Porque me lo merezco. Por el daño que le hice. Por mi frialdad. Por todo. Porque ha muerto y no he podido salvarle.

Porque yo le maté, o al menos le empujé a ello.

lunes, octubre 16, 2006

Frialdad


Un paraje helado. Un frío que se mete en los huesos y te cala muy hondo. Alguien dijo que el frío hacía a uno sentirse vivo... No en esta ocasión. Es una sensación tan gélida que apenas puedes moverte, y lo poco que avanzas se transforma en un lento y cortante desliz. En el momento en que algún tipo de fuerza ejerce como freno, un sonido chirriante te rompe los tímpanos. El vaho se solidifica practicamente al abandonar tu boca. Pero al menos sigues vivo.

Vuelves a estar a solas con tu mente, y notas como la fiebre te aumenta al notar su presencia. Tu presencia. No sabes si sientes miedo, angustia, o qué. Sólo sabes que sientes el vacío. Nada. De hecho incluso sonríes al apreciar que la frialdad se ha a apoderado de ti, te gusta. No estás movido por el dolor, quizá sí. Pero lo dudas. Más bien es la ausencia de dolor lo que te aturde. Por un momento notas tus nervios, y tienes ganas de huir, pero tus pies se han solidificado al intentarlo y se han solapado a la superficie de hielo. Callas gritando con la mirada. Abres bien los ojos. A lo lejos hay un gran espejo, necesitas verte.

Tus labios están azules, tus ojos casi grises y tu piel, blanca y mortecina. Eres una belleza helada. Patinas, decides dejarte llevar, y haces piruetas y florituras al compás de un réquiem. Es una imagen tan exquisita como melancólica. Todo es arte a tu alrededor. Versiones gélidas de los mejores pintores, esculturas grotescas que te impactan y te encantan... Mal asunto, tienes espectadores. Su palpitante calor vivaz te llama la atención, te detienes, y los contemplas. A punto estuviste de caer. Alguien se acerca, entra dentro sin ser invitado, aunque tampoco se lo impides. El ambiente da un giro, ya no es helado, pero aún queda mucha escarcha. No puedes patinar, está todo fragmentado. El recién llegado trata de reconstruir, a su modo y al tuyo, una nueva pista. Le sangran las manos y eso te inquieta. Su intención es buena, la tuya también. De repente una maraña de sentimientos vuelven a hacerte vulnerable, y vuelves a sentir miedo. Ya no eres etéreo. Tienes calor, y el calor te gusta, pero prefieres el frío, tu frío.

Esa persona se va. Algunos se quedan, quietos, contemplándote.

Una mirada al espejo, y sigues patinando.
Esa es la auténtica frialdad.

Llora...


En una habitación de hotel se puede hablar de muchas cosas. Es un ambiente selecto para las confesiones de dos personas que no se ven hace años y que por algún motivo se abren por escasos segundos ante la otra. El tono lúgubre de la habitación no apela al optimismo. Cristales esparcidos por el suelo, a los pies de la cama, no son un buen presagio. El vaso se ha roto y tú lo has visto en fotogramas, pero sólo en tu mente, a través de su sonido. No llores aún. Sangre, y un golpe en la nariz. Puede que no fuese intencionado, pero era doloroso. Como ese amor. Ese cariño. Inocente, pero doloroso; sincero, y cortante, como el vidrio incrustado en mi planta del pie al levantarme y pisar de lleno los añicos... Secretos, declaraciones prohibidas, censuradas. Un círculo de fuego azul que quema. Palabras que pinchan al corazón y desgarran las entrañas, promovidas por la impotencia. Llanto, miles de lágrimas sinceras y amargas, contenidas en un pequeño frasco ocular. Los nervios a flor de piel, arrancando el papel pintado de las paredes con la mirada. Un abrazo tan protector que sólo te da paso a quedarte inconsciente. Un abrazo que jamás se irá de tu mente. Que te repetirá ese día, cada vez que alguien imite tan sublime gesto. Una voz cálida trata de envolverte en su dulce manto con éxito paulatino. Un beso, dos. Caricias de consuelo alrededor del pelo. Una mujer desmayada en brazos de un hombre, presa de una tristeza de origen incierto. Agotada, débil, vulnerable. Una imagen esperpéntica, en la cama de un hotel.

Ya puedes llorar... Llora porque ese puede ser el último recuerdo que tengas de él. Llora porque ese abrazo te hizo sentir tan querida que hizo que todo mereciese la pena. Llora por él. Por el pasado. Por lo que no volverá jamás. Por el vacío. Ya puedes llorar, hazlo como si te fuese la vida en ello. Siente ese nudo en la garganta que te lo está impidiendo, esa tensión en la cara que no te deja derramar una sola lágrima. Llora. Llora. Llora. Aunque estés seca.

Un cariño que nunca unirá.

Dos personas que se quieren y jamás estarán juntas.

Dos tipos distintos de reglas...

Dos juegos.

domingo, octubre 15, 2006

Confusión


Éste es mi mundo, no el tuyo. Esto es unilateral, tú no estás dentro. Por mucho que intentes meterte. Algunos buscáis entenderme, lo necesitáis, necesitáis ver que estoy igual de loca que vosotros, igual de colgada, que los violines de mi vida chirrían, y están tan desafinados como los vuestros. Lo siento, pero es sólo lo que tú quieres, no es lo que es. Tengo fuerza y necesito demostrarla, tengo que demostrármelo a mí misma, no a ti. El psicólogo académico diría que tengo una "lucha interna", el no académico social (es decir, el vox populi) ni siquiera lo tendremos en cuenta. Al fin y al cabo no me importa, ni tampoco el profesionalizado.

No es la psicología, es la vida. Tratamos de hallar una respuesta que nos solvente todas las dudas. No lo conseguís, y os jode, os ahogáis en vuestra propia miseria o dejáis de cuestionaros nada. Os molesta tanto que haya personas preparadas para afrontar una vida sin contestaciones, sin manual, que lo único que se os ocurre es tener lástima, envidia y un poco de odio. ¿Ya te estás dando por aludido? Eso depende de ti.

No sé por qué mido mis palabras. En realidad, no me importas lo más mínimo. Asumo que sois incapaces. ¿De qué? Contéstate tú mismo. El psicólogo no académico social diría que soy "prepotente, con un grave conflicto interno que trata de enmascararse mediante la provocación y el desprecio". Como siempre se equivoca. ¿Por qué? No creo que lograses entenderlo.

Me encanta contradecirme. Confundirte. Y aunque no lo haga, con el simple hecho de que te lo diga, lo conseguiré. Conseguiré que tú te pierdas. Y me encanta. Soy libre. Tú tienes miedo a la libertad. Yo la toco, la palpo, y la quiero. Pero con límites, se los pongo yo, ella es el caballo enfurecido y yo el áuriga que lo doma.

Eres pequeño, porque te sientes pequeño.

Todo está en tu mente.

Te angustia.

Una persona que admiro mucho me comentó: "Necesitamos encontrar a alguien que nos entienda, para así no creer que estamos locos, no sentirnos solos".

Te da pánico.

Te engañas, pero te da pánico.

Tienes pánico de quedarte a solas con tu mente.

sábado, octubre 14, 2006

En su punto de acidez


Aún quedan 20 minutos de tranquilidad, antes que el desasosiego me controle. Después vendrá la mejor manera de causar buena impresión y alegrar una sonrisa. Demostrar a él y al mundo, y sobretodo a ti misma, que no les necesitas. Ser el personaje principal de tu obra, llevar las riendas… Nuestros psicólogos no académicos sociales dirían: “esa es una conducta de apariencia, es simplemente una máscara de autodefensa y negación de la realidad, es decir, que necesita ayuda y no tiene seguridad”. Palabrería barata, filosofía mundana. En una palabra: Borreguismo.

He decidido ampliar mi hora de cupo en 10 minutos, y de nuevo vuelvo a tener 20 minutos de tranquilidad. He invertido 10 que ya no se notan en una conversación conmigo misma, y no contigo, lector que no eres más que un mero oyente que luego sacará sus propias conclusiones (a través de prejuicios, por supuesto). Éste es mi grito contra el mundo y lo diré bien alto. Amo a las personas, odio a la gente. No, ni siquiera os doy el gusto del odio, directamente os desprecio. Éste es el lamento de mis entrañas, lo que siempre queréis saber y nunca os alcanzo. Ese bote de galletas que mamá ponía encima de la nevera. Ni siquiera las habíamos probado pero dábamos por hecho que eran dulces y ricas. ¿Cómo sabes que no has pasado tanto tiempo esperando a crecer para alcanzarlas que se han ranciado? (o al menos a tu gusto). Esto no soy yo, esto es mi vida. La gente de mi alrededor, ese aullido que doy por los que son parte de mí, por la gente que sufre, porque no me es indiferente. Soy una ilusa, y creo en un mundo mejor, pero un mundo mejor es un mundo sin vosotros. Conozco gente que diría que deberíais organizar un suicidio colectivo.

Éste es mi propio esperpento, mi propia visión, tan distinta a vosotros. Porque sí soy diferente. Porque me esfuerzo en ello cada día. Porque me niego a ser como vosotros. Porque adoro a los humanos, y me enorgullezco de serlo, pero odio a los que denigran la misma palabra. Porque puedo morir mañana. Porque no necesito porqués. Por todo eso. Por mí, no por ti. Por el mundo. Por las personas.

Porque aún me quedan lágrimas que derramar de alegría y de pena. Por la fortaleza. Por todos los héroes. Por los espíritus libres. Las almas desenjauladas. Y los que me quedan por conocer…

Quiero dar este mensaje al mundo, quiero que sea hoy y ahora, aunque sólo me queden 5 minutos de tiempo. Quiero deciros que me siento viva. Que estoy viva. Y lo aprecio a cada instante. No me importan los latigazos, si soy fiel a mí misma. Estoy aquí y puedo conseguirlo. Puedo conseguir lo que me proponga y lo haré.

Por mi juego y por mis reglas.

Y sobretodo…

Sobretodo por el arte. Por todo lo maravilloso que hay en el mundo. Por la libertad. Por el pensamiento. Por las pasiones.

Porque puedo morir mañana.

Por dejar una huella en los mejores bulevares del mundo: los corazones de las personas.

Por todo eso, por más.

Por la vida.