jueves, noviembre 30, 2006

Principio.



Incapacidad de articular palabra. Sólo miradas. La mirada del mundo contra ti. Porque así lo has querido. Y porque sabes que así es mejor. Estás solo, y no te importa. Crees que eres realmente autosuficiente y podrás afrontarlo. Pero sabes que no es verdad. Tu mente te da miedo, o tú le das miedo a ella. ¿Quién sabe? Llorar no sirve de nada, pero lo sigues haciendo, ¿por qué? Donde sea. Conoces tu propio destino. Coges el coche de madrugada, para despejarte, y piensas, mientras vas por la autopista, lo fácil que sería acabar con un volantazo. Pero acojona, por si sobrevives. Notas como la sangre se te hiela, comprendes tu indeferencia, y no atinas a saber si te gusta. Eres parte de tu propia frialdad. Pero ya se sabe, el hielo a veces quema. Cuesta comprenderse a uno mismo, lo sé. Necesitas la provocación de los demás para conocer tus limitaciones, que son escasas, o eso crees tú. Pero te asusta provocarte a ti mismo, por si fallas. Sabes que no lo soportarás. Y no, no hablo contigo. Tú eres el mero espectador de una vida que intentas comprender, porque ansías verte reflejado y reconocer en ello tu cordura. Lo siento, no vas por buen camino. No hay buen camino. Hay una vida más angustiosa que la que tienes: la que podrías haber vivido. Lo que podrías haber hecho y no te atreviste. Lo que te dio miedo... La incertidumbre es mucho peor que el arrepentimiento. El remordimiento de conciencia no sirve para nada. Ahora créetelo. Creete todo lo que tu mente te diga que creas, afirma y asume cada concepto. Crea tus principios.

Pero recuerda: Tal vez tu mayor principio pueda ser, precisamente, la falta de ellos. Porque todo principio tiene un final. Y algunos queremos ser enternos.