jueves, marzo 13, 2008

Bienvenido


Bienvenido al sufrimiento. Otra vez.

No merece la pena bajar la guardia para luego colisionar y recoger, de nuevo, las migajas de suelo. Esto es una cuestión de karma. Tú diste; ahora recibes. Ofreciste esperanza, para después arrancarla sin pensar. Ahora te tiran del pelo por ello. El destino juega a enseñarte lecciones. Y sólo hay un camino: la imperturbabilidad.

No estás dispuesta a aguantar más sufrimiento; no consideras imprescindible asumir que siempre vas a tener que luchar por tu paz interior. No si puedes evitarlo.

Tu sonrisa se ha vuelto demasiado desagradable; una mueca auxiliar que concluye cualquier sospecha sobre tu estado de ánimo. Una respuesta tajante a sus pequeñas dudas. Tú eres tu estado de ánimo; ¿o eres el estado de ánimo que has verbalizado? Ya no entiendes nada; no puedes. Has dado tantas vueltas en tu cama que has acabado mareándote y perdiendo la noción del espacio.

Te da rabia ver como vuelves al mismo punto de partida que hace unos años abandonaste. Otra crisis; distinta. Ya no hay cabida para la excusa de la adolescencia. Es tu vida la que te empuja a ello, porque es insoportable. Porque estás harta de hacer esfuerzos; esfuerzos por auto-engañarte y esfuerzos por valorar “todas las cosas buenas”.

Nadie entiende que te has aburrido de vivir. Nadie entiende que tú comprendes demasiado. Nadie entiende que tú lo entiendes todo.

¡Abran las puertas! ¡Cierren las ventanas! Asfíxiate con la cuerda de tus pensamientos; haz los honores; colócate tú mismo la soga. Sé tu propia víctima. ¿Es agradable, verdad? Es la simpática paradoja de sentirse vivo cuando estás muriendo. Cuando te estás matando.


Bienvenido al sufrimiento. Otra vez.

Pero pasa, pasa; que estás en tu casa.